lunes, 2 de julio de 2007

Primer Cuento: Sir Nicholas Dupin

Bueno este es el primero de los cuentos míos que iré publicando, publicaré un cuento por mes el primer lunes de cada mes. Luego durante todo el mes postearé cuentos de otros autores , noticias, cortometrajes, etc., pero no míos. Bueno basta de cháchara (como diría mi abuela) y acá está el cuento, espero que les guste (si no váyanse a la ****, chiste):

En la lúgubre Londres del siglo XIX un carruaje se dirige camino a la mansión de Sir Dupin; es de noche y pese a los esfuerzos de la luna llena por alumbrar los caminos, los árboles impiden el paso de la luz lunar mientras hablan entre ellos estrechando sus hojas unos con otros quizás burlándose de los inútiles esfuerzos de la insistente Luna. Debido a la poca luz y los difíciles caminos que debe atravesar es inevitable el constante movimiento de la caja del carruaje donde se encuentra Alan Ferguson, reputado burgués de Londres. Se dirige camino a la casa de Sir Nicholas Dupin, su querido amigo, el cual lo invitó con motivo de una reunión de despedida por su próximo viaje al exterior. El Sr. Ferguson si hay algo que odia es salir de su Londres natal y sólo lo hace para visitar a su amigo que habita en las afueras de la ciudad en una enorme mansión; él prefiere la ajetreada vida citadina de Londres a la cual está acostumbrado, con sus calles atiborradas de gente. Este viaje le provoca una expresión inconsciente de tristeza lo cual, se dice a sí mismo, debe cambiar por una sonrisa para no amargarle la visita a su amigo. Tanto tiempo empleado en el esfuerzo de manufacturar una sonrisa hace efímero el viaje en carruaje, comúnmente cansador y agotador. El golpeteo en la puerta del transporte seguido del anuncio de llegada por parte del chofer le confirman la llegada donde su amigo.

-Cuidado señor, hay mucho barro, procure no lastimarse- le advierte el conductor ofreciéndole la mano para poder bajar sin tropiezo alguno

-Muchas gracias, Igor siempre tan servicial como de costumbre –responde caballerosamente, como es habitual, el señor Ferguson, nuestro viajante

-Amo a mi amigo, pero Dios como odio su lugar de residencia –agrega Ferguson

-Siempre lo mismo contigo maldito desagradecido –una voz dispara como si fuese la bala del perpetrador de un asesinato

-Bueno sabes que odio el barro –responde con total tranquilidad Ferguson, mientras intenta hacer pie en el movedizo y resbaloso lodo que separa el transporte de la casa de su amigo, debido a que el hacedor de tal oración no era otro sino que el mismo Sir Dupin, importante señor de leyes en Londres y viejo y querido amigo de nuestro viajante, dando lugar a que nuestros dos amigos se fundan en un abrazo.

-Saludos mi querido Igor –dice Dupin, separándose del abrazo

-Saludos mi señor –contesta Igor muy respetuosamente

-Ay amigo, amigo donde has de conseguir a tan caballeroso y servicial chofer –comenta Dupin moviendo la cabeza como si siguiese el compás de una melodía en señal de resignación.

-En el mismo lugar donde te conocí a ti canalla, jajaja –responde con total sagacidad Ferguson

-Pasen, pasen pónganse cómodos –los invita a su enorme, pero tétrica y lúgubre mansión

-Oh gracias, pero Igor tiene otros quehaceres que realizar. El volverá dentro de unas horas a recogerme, verdad Igor?

-Sí, mi señor, agradezco su invitación, Sir Dupin, pero me temo que el señor Ferguson está en lo cierto, es por eso que me despido; hasta luego y que pasen una hermosa velada –mientras echa un grito y estalla su látigo contra el lomo de unos de los caballos del carruaje en una perfecta sincronización provocando el inmediato movimiento del transporte tirado por tan bellos y leales animales.

A medida que se adentra en la mansión, Ferguson recuerda porqué odia tanto ese lugar; el olor a madera vieja con la ayuda de la casi ínfima cantidad de luz, apenas para no tropezar con las paredes y los antiquísimos muebles que habitan ese lugar desde la era medieval según le había comentado con efusividad su amigo en otra previa reunión, generan un ambiente digno de una casa embrujada, aunque, se dice a sí mismo, él no crea en tales cosas.

-Te lo he dicho siempre, y siempre te lo diré mi amigo, no logro comprender como has de vivir en este lugar –dice Ferguson para romper el silencio sepulcral que habitaba esta mansión

-Jaja, siempre con lo mismo tú, verdad? Ya te lo dije me agrada estar alejado de la ciudad, nadie me molesta y puedo realizar mi trabajo de manera tranquila y sin el apuro de la cosmopolita, deberías intentarlo alguna vez y abandonar tan abarrotada ciudad - responde Dupin

-En algo tienes razón mi amigo, la verdad la ciudad cada vez está más colmada de gente, pero el peor problema es la inseguridad que habita tal ciudad –contesta Ferguson mostrando cierta desazón.

Por un momento esta charla es interrumpida cuando, uno de los tantos sirvientes que Sir Dupin tiene en su residencia, los invita a pasar a la sala de estar principal de la mansión –ya que hay muchas –de enormes dimensiones con una chimenea gigantesca que genera un fuego que parecería como si tuviese una conexión directa con el infierno. Sobre dicha chimenea se encuentra un retrato de toda la familia Dupin en el cual podemos ver a Nicholas Dupin (Sir Dupin) en su mas tierna niñez abrazado a su amada hermana y con sus dos padres.

La familia de Dupin es adinerada desde los tiempos en los que ha existido el dinero, tal es así que una vez en sus charlas Nicholas comentó que uno de sus tatarata-abuelos combatió espada con espada contra el mismísimo William Wallace. Verdaderamente Ferguson nunca se creyó enteramente esta historia ya que es de conocimiento público la naturaleza de dicha familia; es verdad que los Dupin han sido nobles y terratenientes desde la mismísima fundación de Inglaterra y eran conocidos por su comportamiento “extravagante” pero más que nada por su cobardía, fundamento en el cual se basaba la incredulidad de Ferguson para con esta pequeña anécdota. Ferguson creía, pese a nunca manifestárselo a su amigo, que Nicholas lo hacía para, de alguna manera, poder estar verdaderamente orgulloso de su linaje aunque sea en la imaginación de ellos dos.

Finalmente los dos queridos amigos se sientan en unos sillones grandísimos forrados con cueros de las tierras más lejanas y con nombres impronunciables, traídos especialmente para este uso; y es que dinero y tiempo era lo que le sobraba a Nicholas Dupin. Sin embargo Nicholas Dupin, respetado señor de leyes no sólo en Londres sino en toda Inglaterra, aunque a menudo esto era negado por él ya que el mote de noble y más que nada la palabra Sir lo “incomodaba”, según sus propias palabras; siempre decía que, a pesar de haber nacido noble, por sus venas corría un tipo de sangre totalmente distinta a la designada por su dinastía.

-Cognac, Alan? –pregunta Nicholas a Ferguson

-Si es bien añejado, mejor mi amigo

-No te preocupes, Alan tu sabés que a la hora de beber contigo sirvo mis mejores bebidas –responde Nicholas mostrando el gusto por el buen beber de ambos.

En seguida, a continuación, Nicholas llama a otro de sus tantos sirvientes para que les traiga las bebidas como si de un perro se tratase, cuando uno le pide que nos traiga la rama que arrojamos con dirección al horizonte, y quizás les parecerá graciosa dicha comparación pero si solo viesen la cara de satisfacción del sirviente al cumplir dicha orden tranquilamente la podrían comparar con el incesante movimiento de la cola de dicho animal cuando se siente extremadamente feliz. Una vez con las bebidas servidas y las pipas encendidas y tras Nicholas despachar a todos su servidumbre de dicha habitación la reunión da su comienzo.

-Y dime amigo, a donde te has de ir de manera tan repentina? –logra esbozar Ferguson entre una nube de intenso humo creado por las pipas de ambos mostrándose sorprendido por este viaje, aunque Dupin hacía constantes y numerosos viajes por todo el Mundo.

-Lamento no poder decírtelo Alan pero es algo que durante tiempo vengo pensando desde tú sabes...

-Te entiendo mi amigo, no tienes por qué decirme donde irás ya que ahora creo entender el porqué de este viaje –responde Alan recordando tan dolorosa tragedia.

Sir Dupin tenía una hermana a la cual él amaba con locura y, como él creía, era la causa por la cual el nunca había logrado formar pareja con ninguna otra persona, ya que el amor hacia su hermana rozaba lo enfermizo. Cuando eran pequeños su padre falleció de manera desconocida, razón por la cual él no lo recuerda en lo más mínimo, y quedaron solos al cuidado de su madre; pero esta falleció al poco tiempo también y quedaron una vez más solos esta vez al cuidado de los sirvientes de la mansión y su tutor, el ya fallecido Jeremiah O’Connor; será por esto quizás la razón por la cual Nicholas se aferró al amor de su hermana, lo único que tenía en su vida. Ambos crecieron y se volvieron apuestos jóvenes, él se había convertido en un exquisito pintor pero, debido a la insistencia de su tutor, se instruyó en el estudio de las leyes. El odiaba esto, el sólo quería pintar y pintar porque según él, el arte es un don indigno de negar. Sin embargo en dicha profesión se movía con la misma exquisitez con la cual pintaba aunque siempre decía que él podía pintar cualquier paisaje que se le ocurriese pero en los tribunales y las cortes el paisaje siempre era triste y desolador, otra razón por la cual odiaba esta profesión. No solo él desarrolló dotes artísticas, su hermana era una brillante cantante con una voz que poseía el hechizo que, según las leyendas de marineros, las sirenas utilizaban para enamorar embarcaciones enteras llevándolas a su perdición. Quizás no era una embarcación pero Nicholas se perdía de igual manera que las mismas con el canto de su hermana; constantemente le pedía que le interprete melodías a las que él respondía con una aún más bella pintura, obras que su hermana adoraba.

Pese a no querer formar ninguna pareja, y no es que él no pudiese porque literalmente las mujeres de todo Londres hacían fila para poder “atrapar” a tan buen partido, pero a él no le interesaba esto ya que con el amor de su hermana era feliz. Pese a esto su hermana pensaba de manera distinta; lo amaba sin lugar a dudas pero las inquietudes del amor eran mas fuertes en ella y, como las calificaba Nicholas, estúpidas y sin sentido. Sin embargo ella encontró el amor en otra persona, un noble de Yorkshire llamado Robert Greene; se enamoraron perdidamente y pese a que Nicholas, muy a su pesar, había aceptado tal relación, el no les perdía el rastro y cuando era abordado con el fin de interrogarlo sobre tan obsesiva actitud el esbozaba la excusa de que él estaba para “cuidarla”. Unos años después de haberse comprometido su hermana y Robert; una de las sirvientes mientras le llevaba la cena a la esposa de Robert la encontró desplomada en el suelo con los ojos grandes y punzantes mirando a la nada misma, un color pálido amarillento que el solo hecho de nombrar dicha tonalidad de color le puede revolver el estomago al más tolerante de los doctores y con la lengua fuera de su boca colgando hacia un extremo. Frente a tan espeluznante y perturbadora imagen lo único que logró hacer la mucama fue dar un grito llamando al Sr Dupin, quien en respuesta a tan desgarrador grito salió disparado de su habitación. Mientras corría por los largos y oscuros pasillos de su mansión sin saber realmente por qué o a qué estaba corriendo, se le ocurrieron millones de posibilidades por la cual la mucama lo estaría llamando pero nunca se imaginó lo que estaría por encontrar. Cuando finalmente llegó al cuarto de su amada hermana y encontró tan trágica escena, desconsolado se tiró al lado de ella y lloró como un niño durante horas; interrumpido por otro de los sirvientes de la casa le fue dada una carta encontrada a los pies de su hermana que decía lo siguiente:

“Tenías razón mi amado hermano, no puedo seguir tolerando los constantes humillaciones de mi esposo pero sin embargo no tengo la fortaleza suficiente como para enfrentarlo y más aún volver a dirigirte la mirada después de semejante error”

Ada



Una vez leída esta carta, la tristeza y dolor que habitaban el cuerpo de Nicholas Dupin mutaron en una furia y una ira incontrolables una vez hecho realidad lo que siempre había temido. Ni siquiera esperó a la ceremonia de defunción para buscar al culpable, Robert Greene, en ese momento en uno de los tantos viajes que este realizaba. Finalmente y gracias a sus habilidades como hombre de ley y sus tantos contactos dentro de dicho poder, Robert Benjamin Greene fue juzgado a la pena de muerte por agravios contra Ada Dupin, adulterio e incentivo de homicidio. Fue colgado en la horca en la plaza pública de Yorkshire donde especialmente pidió Nicholas para que sus co-terráneos vean a que monstruo habían criado. Desde ese momento y a pesar de haberse “hecho justicia” como dijo Nicholas, Sir Dupin cambió; no tenía más esa cara con la cual miraba a su hermana y dejó abruptamente de pintar alegando que, si su hermana estaba muerta no había a quien regalarle sus pinturas.

-Extraño tus pinturas Nicholas, realmente lo hago, yo creo que....

-Ya te lo dije Alan no dejé de pintar, mi hermana murió a manos de ese monstruo que es distinto –interrumpió abruptamente Sir Dupin con un leve signo de furia

-Bueno, pero si ahora me has dicho que el propósito de este viaje es que tenías algo pendiente con tu hermana, bueno me parece un buen momento para que retomes el arte de pintar, no te parece? –intentando que su amigo recupere la felicidad que se llevó su hermana al morir.

-Lo he estado pensando pero antes quiero cumplirle la promesa que le hice a ella pero bueno no quiero hablar más del tema, dime, como anda esa apestosa y mugrienta Londres por estos momentos –pregunta Dupin tratando de cambiar el tono de la conversación.

-Jajaja, sigue tan apestosa y mugrienta como la recuerdas, pero es mi querida Londres –responde Ferguson

-Lo repito, una y otra vez no entiendo como haces para vivir allí, miles de veces te invité a vivir aquí pero prefieres vivir allí entre toda esa gente, además escuché que están pasando unos eventos bastante perturbadores, no es así?

-Veo que estás informado mi buen amigo, y sí es verdad, últimamente hay varios problemas con los empresarios y sus fábricas y gente desempleada, y esas situaciones están dando a lugar a asaltos y crímenes horripilantes; es más hace un tiempo que vienen sucediendo una serie de crímenes, todos contra mujeres, ya han dejado a 9 hombres sin sus queridas mujeres, verdaderamente horrible –cuenta Alan haciendo una buena pintura del panorama actual de Londres.

-Ah si, he escuchado algo de eso, y entonces que haces allí? ven a vivir aquí, en mi ausencia serás el señor de esta mansión, y mis sirvientes te tratarán como nunca me han tratado a mí –ofreciéndole una más que generosa oferta a Ferguson dentro de una espesa nube de humo que apenas permite distinguir su cara.

-Oh, gracias mi amigo pero no puedo aceptar esa oferta, mis negocios requieren de mi permanente estancia en Londres.

-Deja de poner excusas, Alan. Con mi dinero puedo contratar a no uno, sino a dos empresarios más adinerados que tú para que manejen tus negocios y créeme que lo harían gustosos.

Luego de la permanente e insoslayable insistencia de Nicholas Dupin, Ferguson creyó que por esta vez le podría dar el gusto de vivir allí mientras su amigo se encontrara en el exterior.

-Está bien, mira, lo haré por esta vez ya que sigues insistiendo año tras año, pero por esta vez solamente, y estaré aquí esperándote a tu regreso, de acuerdo? –se rinde pese a años de esfuerzo de no querer mudarse allí.

-No podrías hacerme más feliz, amigo –contesta Dupin con un notable regocijo.

La “reunión” se extendió por casi 3 horas y ya la noche estaba dejando su lugar a la madrugada cuando Dupin, con el permiso de su amigo, se dirige en dirección a las habitaciones con el objetivo de ir a buscar unas llaves que Ferguson necesitaría durante su estadía en esa mansión. Para matar el tiempo, el cual sería mucho ya que, para ir de una habitación a otra uno podía tardar desde minutos a horas; decidió recorrer un poco la casa para ir conociendo un poco más dónde se alojaría. Ustedes se preguntarán por qué no conocía la casa de Dupin y esto es porque Nicholas nunca mostraba su casa ni a su mejor amigo, era una persona que no se sentía cómoda ostentando su riqueza, además si él quisiese mostrar todos y cada uno de los rincones de su mansión créanme que no le alcanzaría la vida a una simple persona el descubrir semejante vivienda.

Mientras Alan recorría la casa descubre una biblioteca una nunca había visto y al parecer poco visitada ya que el polvo que tiñe de un color grisáceo todo el ambiente y el hedor insoportable dan a entender que poca gente pasa su tiempo de ocio allí, después de todo, piensa, Sir Nicholas Dupin es un pintor. A medida que recorre la inmensa biblioteca descubre libros que ni en las bibliotecas nacionales han de poder hallarse, libros sobre la conducta humana y toda la colección de historias trágicas de Shakespeare por nombrar algunos. El Sr. Ferguson, gran aficionado a la lectura, se sumerge en esta biblioteca mientras descubre tomos y autores de los cuales nunca ha escuchado hablar, maravilado, mientras piensa que hará lo imposible para leerlos todos cuando se alojé allí durante la ausencia de Dupin. Invadido por una mezcla de sorpresa y fascinación no logra escuchar un grito que proviene de una empleada más de Dupin, un poco ayudado por la lejanía de las habitaciones unas de otras y otro poco por el cataónico estado en el que él se encontraba. No se entera de dicho grito sino hasta que es puesto al tanto del mismo por otro de los empleados de la casa, el cual le informa que escucharon un grito proveniente de unas de las habitaciones situadas en el ala izquierda. Alan responde a este grito de la misma manera que respondió Dupin en su momento, sale disparado desesperadamente con el objetivo de descubrir el por qué se ese grito que ni siquiera había escuchado. Pero esto no era tarea fácil ya que sumado a la incertidumbre y el nerviosismo que poseía, un sentimiento de angustia lo invadía y se odiaba por no poder descifrar esta enorme casa que, si la hubiese recorrido antes, quizás esto le hubiese facilitado la tarea. A menudo se equivocaba e iba de un pasillo a otro de la gigantesca mansión sin lograr descubrir de donde provenía el grito. Derecha, izquierda, ya no sabía para donde estaba yendo y los pasillos le parecían interminables. A menudo se confundía y volvía a recorrer lso mismos pasillos, aumentando su frustración e incertidumbre. Mientras corría por estos lúgubres pasillos se le ocurrieron miles de posibilidades de el porqué del grito, hasta se le ocurrió que una de las empleadas podría haber sido víctima de los últimos asesinatos que azotaban la ciudad. Distraído por este pensamiento choca violentamente contra una de las obras de arte destruyéndola por completo. Inmerso en la sorpresa de este incidente es interrumpido por uno de los mayordomos de Dupin, quien le indica que el grito provino a la derecha en la proxima intersección dle pasillo. A medida que se acerca puede escuchar el murmullo de los demás empleados, desperdigados por el camino. Finalmente dobla la esquina y encuentra a dos empleadas abrazadas y llorando desesperadamente en la puerta de la habitación que una vez habitaba la hermana de Nicholas Dupin. Deja de correr subitamente sin entender bien la situación ya que esa habitación había sido cerrada por Dupin el día que su hermana falleció y no dejaba a nadie entrar, como le había dicho Nicholas en su momento. De nuevo las peores ideas se le cruzaron por su cabeza. Repentinamente a Alan lo invadió un terror y una angustia insoslayables los cuales a esta altura no lo dejaban ni pensar ni caminar correctamente. Ustedes simplemente imagínense la escena: un pasillo lúgubre con una luz tan tenue que parecía que contradecía su naturaleza y en vez de alumbrar oscurecía aún más el pasillo, y dos empleadas de Sir Dupin abrazadas llorando de manera desconsolada no era, de seguro, el preámbulo a un buen momento. Despacio se acercó a la habitación sin saber bien qué iba a hacer, o qué descubriría allí dentro. Luego de luchar contra su propio cuerpo, el cual parecía que no quería entrar a esa habitación, logra entrar en la misma y descubre lo que nunca se hubiese podido imaginar. A los pies de la enorme cama con tirantes hechos a medida de encontraba el mismísimo Sir Nicholas Dupin colgado de una soga fuertemente atada al techo; rápidamente Alan lo bajó esperando que todavía estuviese vivo. Cuando logró bajarlo, cosa que no fue fácil ni agradable, puso en práctica su poco conocimiento de medicina adquirido mediante un libro y trató de resucitarlo utilizando una práctica y primitiva técnica de reanimación, pero todo fue en vano ya que su amigo ya estaba muerto y no había manera de traerlo nuevamente con vida. Mientras se encontraba en el piso con el cuerpo de su amigo en brazos y con la incertidumbre transformada en una indeseable certeza de que el grito provenía de una de las empleadas ante el descubrimiento del suicidio de su mejor amigo; miró alrededor de la habitación y descubrió que las paredes se encontraban tapizadas con pinturas. Ni siquiera eran cuadros sino que eran pinturas hechas sobre las mismas paredes. No le costó descubrir que el artífice de dichas pinturas no era otro que Nicholas Dupin pero lo extraño era que están pinturas retrataban con exactitud los violentos y repugnantes asesinatos últimamente concebidos en su Londres natal. Alan miraba estupefacto las pinturas de una mezcla de perfecta belleza, por los trazos casi a la altura de una obra maestra, y una repugnancia casi vomitiva por la escena que retrataban dichas obras de arte. Mientras digería y trataba de entender lo que estaba pasando una de las empleadas se le acerca y le avisa de que Dupin tenía una carta en su mano que el señor Ferguson había pasado por alto. Al tratar de quitarle la carta a su amigo casi tuvo que quebrarle los dedos de la mano, y pensó que esto se debía al rigor mortis que afecta a los muertos o tal vez se aferraba tanto a ella que ni siquiera en su muerte estaba dispuesto a soltarla. Una vez la carta en su poder lee que el destinatario de la carta no es otro que él mismo, es por eso que la abre y saca un papel escrito de puño y letra por su amigo que decía lo siguiente:

“Mi querido amigo:

Lamento tener que despedirme a través de un trozo de papel, pero es que no tenía otra manera. Para el momento que estés leyendo esta carta asumo estaré sumido en un profundo y eterno sueño. Imagino que ya te habrás dado cuenta también que las pinturas que encontrarás en esta habitación no son más que meros retratos de mis últimas actividades en Londres. Te parecerán repugnantes, asquerosas y estarás pensando que estoy, mejor dicho estaba, profundamente perturbado; quizás tienes razón, no lo voy a negar, pero si estoy perturbado no es más que por culpa de ese Robert Greene que se atrevió a quitar a mi amada hermana de mi lado. Si sólo supieses el infierno que le hizo pasar, la engañaba constantemente; pero parecía como que la tenía bajo un hechizo porque por cada intento mío de quitarle la venda de los ojos, lo único que lograba era alejarla de mi lado. Entonces no me quedó otra opción que matarla..., hice parecer todo un suicidio para poder inculpar a ese poco hombre de Greene, y tu sabés como terminó todo. Luego de eso no podía soportar el estar lejos de mi hermana y pensé en el suicidio muchas veces pero primero le tenía que mostrar a las personas por el sufrimiento que había pasado; no iba a seguir el destino de mi familia y ser un cobarde más. Conjuntamente con mi pequeño acto de justicia recuperé mi pasión por la pintura como podrás apreciar; retraté cada crimen que cometí con brillante y única precisión para que así puedas resolver el misterio que tiene en vilo a todo Londres. Lo gracioso de todo esto es que nunca vinieron aquí interrogándome sobre esos crímenes, supongo que nadie desconfiaría de un noble verdad?"


Eldemente


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6 comentarios:

Anónimo dijo...

desperdicie mi tiempoo con estaa mier.. jaja.
no Bueno me gusto el cuento, me olio por cierta partes a jack el destripador. que probablemente haya querido ser tu intencion tal vez.
estemm bueno me vas a tener qeu firmar y mas te vale que no me vangas con preguntas totalmente detallistas.

Unknown dijo...

Si es o no Jack el destripador, queda a criterio del lector.

Anónimo dijo...

Muy bueno pibe, lo único que te voy a criticar son unos cuantos errores mecanográficos que tiene. Estaría bueno que lo revisaras y lo corrijas porque el cuento está bueno y esos errores te lo rebajan un poco.

Seguí así.

Deuche dijo...

Interesante blog. Cuida la ortografía. Saludos...

Anónimo dijo...

Me gustó el blog, me gustó el cuento. Te pondré un link en mi sitio próximamente. Saludos!

Unknown dijo...

muchas gracias por tus comentarios y ya estoy chekeando tu blog, saludos

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