lunes, 1 de octubre de 2007

Cuarta Persona

Otro cuento lokoo. No, en serio, este cuento es quizás el más normal de mis cuentos pero a su vez extraño en narración. Soy así vio, qué se le va a hacer. Leanlo, y ustedes juzguen. ¡Disfruten!

Me encantan estos días, estos días en los cuales el sol resplandece como si fuese una pieza de oro real. Son aproximadamente las 9 de la mañana y espero unos minutos para despertar a mi mujer de la manera más amorosa y tierna que pueda, para luego invitarla a pasar el día fuera junto con nuestro hijo. Mientras espero me enjuago las manos en el lavabo y aviento un poco de agua fría para despabilarme. Con la cara empapada me miro al espejo observando con especial atención cada una de mis características. Mi nariz prominente, mis labios perfectos (según mi mujer), mis ojos color azabache. Al mirar directamente en mis propios ojos quedo totalmente paralizado y atrapado por el color profundo de los mismos, achicando cada vez mas mi ángulo de visión hasta que salgo del estado hipnótico en el que me encontraba alejándome lentamente para poder apreciar el pelaje de color negro profundo de mi mascota, Charcol. Lo llamé así por su pelaje negro reminiscente del carbón, es por eso que Charcol es una deformidad de la palabra charcoal (carbón en inglés). Es un gato con una inteligencia casi a la par de la de un humano. No es por exagerar, sino que es verdaderamente inteligente; basta con observarlo cazar su platillo favorito, los insectos. No caza como cualquier animal que podrían ver en un documental sino que se divierte con ellos haciéndolos correr o poniéndolos boca arriba y viceversa, algo que me asombra ya que un animal que se dice se basa en el instinto, abusa de su poder para con otro ser vivo. Esa característica es propia del ser humano, y qué utilizada ¿verdad?
Cansado de estar tanto tiempo sentado me levanto y me dirijo camino al ventanal de mi sala de estar sin antes acariciar a mi mascota durante el camino. Acerco tanto mi cara al vidrio que puede verse, a pesar del hermoso día soleado, mi húmeda respiración impregnada en el cristal de mi ventana. Observando con detenimiento este fenómeno respiro más rápido y de manera más profunda para poder cubrir, aunque inútilmente, la mayor porción de ventana que pudiese. Inmiscuido en este divertimento, el reto de mi padre interrumpe mi concentración con el aviso de que no haga tal juego ya que mancharía los cristales del auto 0 km que compró hace poco tiempo. Gracias a la interrupción de mi padre puedo observar, una vez despejada la humedad de la ventanilla del auto, a un hombre parado en su ventana acariciando un gato. Me le quedo mirando fijamente pero la velocidad del auto impide que siga con ello. Dejo de mirar hacia fuera y me acomodo en mi asiento pensando en lo recién sucedido obviando totalmente la conversación que mi hermana quería iniciar conmigo. Gracias a un golpe en mi brazo logra finalmente mi atención para descubrir que no quiere otra cosa que jugar un simple juego. Trato de prestarle atención pero la rotunda negativa de mi padre para tal divertimento hace que mi mirada se concentre en el espejo retrovisor pudiendo solamente ver sus ojos violentamente puestos en dirección nuestra.
-No me mires así –le dije casi gritando – Te dije que era la única alternativa –agrego entre lágrimas
-Si lo dejábamos con vida podía contarle todo a la policía –le grité
-¡No digas eso para justificarte! –me respondió con la misma mirada imperturbable
-Vos lo mataste y vas a tener que vivir con esa culpa –me dijo, lastimándome casi más que un puñal
-Si sos lo suficientemente estúpido como para tener que matar a alguien, es tu puto problema –retorcía el puñal en mi herida
-Claro, ¿no? Ahora es mi culpa, vos lo sedujiste para estafarlo; yo lo mato y es solo mi culpa –le replico subiendo la apuesta
Y antes de que pudiese seguir hablando estrello una pieza de arte contra su cabeza desplomándolo en el suelo. Me acerco temerosa. Pensaba que lo había matado. ¿Podía estar muerto? No, seguro solamente estaba inconsciente. Me acercó a su rostro y cuando trato de ver si puede respirar me agarra la cabeza fuertemente y entre murmullos me dice insultos de todo tipo y luego –claramente- grita: ¡Ayúdame!
Ayúdame era lo único que repetía una y otra vez. Lo repetía en todos los tonos posibles y de distintas maneras. Y eso hacía que todas las personas miraran la situación con la curiosidad de saber quien gritaba y por qué.
-¡Ayúdame! –gritaba, mientras trataba de tomarle el pulso
-Enfermera, anestésielo, ya – me dijo
-Doctor, el pulso está bajo quizás...
-Entonces póngale un sedante –me interrumpe bruscamente
Entre los gritos del paciente logré aplicarle una inyección, que cumplió con su cometido. Ahora sí, más tranquilos, podíamos proceder con nuestro deber, debíamos salvarle su pierna. Lo llevamos al quirófano y comenzamos con la operación. Desafortunadamente, la pierna era insalvable ya que tenía absolutamente todos sus músculos y tendones destruidos por el impacto, como también sus huesos padecían de múltiples fracturas. Igualmente era sólo un perro. Sí de seguro era un perro, estaba oscuro, pero tenía que ser un perro. ¿Si no lo era? ¿Qué hago? ¿Vuelvo? No, no puedo volver. Pero si no vuelvo nunca voy a saberlo. Además ya estoy muy lejos ¡Dios, Dios! No importa, cuando llegue a casa limpio la sangre y listo, no tengo por qué preocuparme. Si, seguro no va a pasar nada. Si le pude esconder eso a mi mujer bien puedo zafar de esta, si, si no tengo por qué preocuparme. ¿Pero y si me descubre? -Yo sé mentir muy bien pero viste como es esto, un error y chau
-Si, te entiendo totalmente. Pero no te preocupes
-Pero el miedo siempre está, cada mirada me parece que sospecha o sabe. No sé, me estoy volviendo paranoica
-Ay pero no te persigas, mientras te mantengas atenta, no pasa nada
-Si, tenés razón, pero tampoco quiero pasarme la vida entera actuando
-¿Por qué no? ¿qué tiene de malo?
-No, no tiene nada de malo. Pero ya no soy un pendejo... Pidamos un café
-Ok... Pero bueno tampoco te tires abajo así, sos buen actor
-Sí, a vos te parece eso pero ningún director o productor piensa lo mismo. Siempre actuando por amor al arte, un poco está bien, pero yo tengo que comer.- replica enérgicamente haciéndose paso entre el bullicio del café
-Bueno calmate. Che y como está, eh... ¿cómo se llama?
-Agustina –responde por pura formalidad
-¿Cómo va la cosa?
-Como todo en mi vida, perfecto
-¿En serio?
-Encima te tengo que explicar los chistes -
-Disculpá, pero ¿que pasó?, ¿no estaban super-enamorados?
-Si, enamorados. El amor es cómo el resfriado, les pasa a todos, todos saben qué es, pero nadie conoce la cura. El amor, amor
-Amor, amor- escucho un murmullo en mi oreja
-Despertate, que el día es hermoso, vamos a salir, dale- trata de despertarme
Logro abrir los ojos y veo que son las 9 y 5 de la mañana.
-Déjame dormir 5 minutos más- tratando de seguir un poco más en la cama
-Dale que se hace tarde- insiste
-5 minutos más, nada más. Después de todo ¿Que puede pasar en 5 minutos?– y apoyo nuevamente mi cabeza sobre la almohada.


Eldemente

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